El Confinamiento y el Crecimiento Interior de la Vida.
“Miren que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.” Mt 28,20

Por: Pbro. Pbro. Abraham Gómez Vázquez
Sacerdote de la Arquidiócesis de Tlalnepantla.
Abrir el corazón al amor que Dios nos regala y permitirle que su luz habite en nuestros corazones y nos transforme, es lo único que nos mantiene firmes ante cualquier tempestad que nos embiste, por fuerte y amenazante que ésta sea.
Seguramente has escuchado muchas veces que una crisis o una dura prueba que la vida te presenta es un arma de doble filo: por un lado, puede arruinarte y terminar contigo y tu felicidad para siempre. Pero, por otro lado, haciendo resistencia a ella y enfrentándola con fortaleza, te hace crecer increíblemente. Una vez que esa crisis ha pasado, descubres, con gran asombro, cómo has crecido, cómo esa prueba que mostraba su peligrosa letalidad, te ha hecho muy fuerte, como no te imaginabas.
Hacer frente a una prueba de éstas no es cosa fácil. Nuestra vida tiene que tener un soporte firme para ello. Esperar, creer, tener fe, confiar en nosotros mismos, levantarse y luchar la batalla que la vida nos muestra, son actitudes que se nos exigen en estos momentos. Pero la pregunta es ¿cómo levantarnos si el miedo no nos deja ver? ¿cómo esforzarnos y seguir luchando si nuestros corazones están atenazados por la tristeza y la desesperanza? ¿cómo poder esperar y confiar en un futuro mejor si la angustia se ha anidado en lo profundo de nuestras vidas? Entre estas dudas y sombras se nos presentan caminos equivocados que, de tomarlos, nos pueden llevar a la tragedia misma. Por eso en necesario que busquemos y abramos caminos para la esperanza durante este tiempo complicado y, durante toda nuestra vida.
¿Podemos pensar en algún motivo para transformar un prueba difícil en un momento de crecimiento en nuestras vidas? La respuesta es ¡sí! y quiero compartirte cómo podemos lograrlo.

En primer lugar, quiero decirte que no estás sola, ni solo. Si atraviesas por un momento tan complicado que esta pandemia nos ha traído, has de saber que Dios y su santo Espíritu te acompañan. Y de hecho, hay personas que quieren ayudarte siempre.
Por ejemplo, hemos creado un Centro de Atención y Escucha en el cual, las personas que necesiten orientación, apoyo emocional y escucha, dirección espiritual, pueden pedir hablar con un Sacerdote o un psicólogo(a) para recibir ayuda y poder ser escuchado(a)s.
Pues bien, ¿cómo poder tener el ánimo de levantarnos y seguir luchando si la tristeza, la desesperación y la depresión han llegado a nuestros hogares y no vemos próximo el momento en que se vayan finalmente? Precisamente, el hecho de saber que no estamos solos, nos da una nueva esperanza.
Pero aún no es todo. Para quienes compartimos la fe cristiana, la noche más oscura en que la vida pueda envolvernos, siempre estará iluminada con una luz imperecedera, al experimentar y creer firmemente que el mundo no está abandonado por Dios. Él está presente en nuestras vidas, con todos las alegrías y los problemas que ésta encierra, en los momentos más bellos e, incondicionalmente, en los momentos más amargos.
Por eso, he querido titular así este artículo, con esas palabras del Evangelio que son capaces de derribar todas las murallas que el miedo y la angustia puedan levantar frente a nosotros:

Como creyentes, podemos vivir en la confianza plena de que el amor de Dios nunca nos abandona. Dios nos acompaña, está con nosotros, no nos olvida cuando más le necesitamos. Su presencia, su cercanía, su amor, nos salvan. Quien abre su corazón a la fe en Dios, en su Hijo Jesucristo, encuentra en Él siempre la fuerza para caminar, por más pesada que pueda ser la carga. ¿Qué nos hace permanecer con fuerza y mirar el futuro con esperanza? Cristo, su Palabra, su amor por nosotros que, en el Eucaristía se hace Pan para alimentarnos.
Abrir el corazón al amor que Dios nos regala y permitirle que su luz habite en nuestros corazones y nos transforme, es lo único que nos mantiene firmes ante cualquier tempestad que nos embiste, por fuerte y amenazante que sea: perder el empleo que sostiene a tu familia, vivir con la mitad de un sueldo que no alcanza, jornadas extenuantes en un hospital que ponen en riesgo máximo tu salud como medico o enfermero(a), además de sufrir discriminación en nuestras calles como personal de salud, la violencia que como mujer puedas sufrir en casa, etc. No hay oscuridad que el amor de Cristo no ilumine y convierta en un momento de crecimiento y fortalecimiento personal.

No hay nada que, con tanta fuerza, nos levante de nuestro lecho de muerte como la palabra que Jesús nos dirige para decirnos que no tengamos miedo, que está con nosotros y con paciencia y amor nos espera. No hay algo tan poderoso que nos ponga en marcha como el experimentar el amor fraterno de quienes conformamos la Iglesia, tus hermanas y hermanos, quienes, con un sólido compromiso fraterno, te decimos: ¡Ánimo, no tengas miedo! No te dejaremos sola, ni solo. Estamos aquí, contigo.
Es así como puedes superar cualquier crisis, —incluyendo esta pandemia y cualquier otra que la vida te presente—, sosteniendo tu vida en el amor que Dios tiene por ti y tomándote con fuerza de la alegría del amor fraterno, de la amistad y solidaridad de tus hermanas y hermanos que están contigo.
Juntos, caminando como Iglesia y mirando con esperanza el futuro.
